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Los abuelos, la perspectiva del tiempo
Autor
Camilo Valverde Mudarra

 

Hoy, los mayores, como lo tradicional y lo religioso, han caído en crisis y se encuentran arrumbados y en desprestigio, mientras las gentes deshumanizadas viven embargadas en su hedonismo y arrastradas por el consumismo materialista.

Se ha perdido la adoración y respeto hacia los abuelos. Se les desecha y olvida entre lo inservible e incómodo. En la antigüedad, eran venerados y tenidos en el rango superior que le corresponde por su mayoría, experiencia y saber. La humanidad se dotó de instituciones generacionales, en que un consejo de ancianos o senado gobernaba los asuntos del estado; hay cuestiones que requieren la larga y serena visión de quien la vida ha instalado en las condiciones de dimensionar las deliberaciones y regir las decisiones convenientes a la nación y la ciudadanía. Y cuando se trataba de los mismos cimientos de la conducta, todos los pueblos prefirieron que fueran custodiados y administrados por una instancia superior y más antigua aún: la religión, con sus estructuras, jerarquías y dinámicas de lo más conservador. Ello muestra un referente político que supera la anacrónica división entre derecha e izquierda, tremendamente empobrecedora de la realidad y causante de muchísimos errores; la acción de gobierno debe ser administración, reside en administrar los recursos colectivos en el ámbito de su interinidad y la división política de los parlamentarios centrarse en grupos y estilos de gestión, no en ideologías y posiciones políticas distintas. 

En Roma, la noble palabra, senes (senex -is) designa a sus ancianos, con la que honraban lo positivo que tiene el gozar de una gran longevidad, y constituir la imagen viva de la perduración del pueblo y de sus costumbres. De ahí, SENADO, palabra en la que mejor hemos conservado los valores que prestigiaron la ancianidad en todos los pueblos. Senatus era el colectivo de ancianos del pueblo romano, comicio o asamblea permanente. El Populus Romanus, que, solidariamente con el Senatus, asumía la responsabilidad y tomaba la decisión. Senatus, la categoría generacional de la ancianidad y la de miembro de la misma, como un estatus claramente diferenciado del populus, forman el signum de Roma, el S.P.Q.R. (Senatus Populus-Que Romanus). Y empezó la decadencia del senatus tan pronto como se le convirtió en institución política, al dejar de llamarse senes (ancianos) o más comúnmente patres (padres, como título generacional, no político) para acabar llamándose senatores; y tanto mayor fue su degradación cuanto mayor fue su poder político; es decir, cuanto más dependieron de los comicios primero, y luego de los imperatores. 

Pues bien, nuestros mayores son los senes cargados de saberes y erudición. En efecto, sobre la relación de los abuelos y sus nietos, el Santo Padre, en su reciente visita a Valencia, dijo: "Los abuelos, tan importantes en las familias, pueden ser -y son tantas veces- los garantes del afecto y la ternura que todo ser humano necesita dar y recibir. Ellos dan a los pequeños la perspectiva del tiempo, son memoria y riqueza de las familias". Es especialmente sugestiva la afirmación de que los abuelos comunican a los niños, no sólo de palabra explícita, la perspectiva del tiempo; esta realidad tan profunda y tan misteriosa, de la que San Agustín decía que sabía lo que era, si no se lo preguntaban, pero que no le preguntaran. Los abuelos dicen al niño, con su sola presencia, que tiene un pasado, una historia, que no todo ha comenzado con sus padres y con ellos, y que tiene por delante un tiempo que andar y llegar luego a un final. 

Los abuelos son un manantial de sabiduría, son a menudo los principales transmisores, a la juventud, de la cultura, de la lengua y, de las tradiciones propias, y también de la fe. Los abuelos, muchas veces, han sido los que han asegurado la primicia y arraigo de la fe en circunstancias dramáticas y de persecución del cristianismo. 

Por ello, con gran sensibilidad humana, Benedicto XVI expresó: "Ojalá que, bajo ningún pretexto, los abuelos sean excluidos del círculo familiar. Son un tesoro que no podemos arrebatar a las nuevas generaciones, sobre todo cuando dan testimonio de fe ante la cercanía de la muerte". Y, llevando su pensamiento a las Pastorales, en el inicio de la homilía de la misa de clausura del Encuentro de las Familias, citó a la abuela y a la madre de Timoteo, discípulo de San Pablo y joven obispo de Éfeso, una de las Iglesia locales fundadas por el Apóstol. Su maestro y amigo, Pablo, le recuerda, a Timoteo, su fe sincera, "esa fe que tuvieron tu abuela Loida y tu madre Eunice, y que estoy seguro que tienes también tú" (2Tm 1,5). El Santo Padre añadió que en este testimonio bíblico la familia comprende no sólo a padres e hijos sino también a los abuelos y antepasados. De esta manera, “la familia se muestra como una comunidad de generaciones y garante de un patrimonio de tradiciones". 

En la actualidad, se exalta a menudo la libertad individual, concebida como propia de un sujeto autónomo, que se hace él solo y se basta a sí mismo, al margen de su relación con los demás y sin conciencia y reconocimiento de su responsabilidad ante ellos. A lo que, el Santo Padre, con su lúcida filosofía, rica en consecuencias y raíz de humildad, propuso esta idea: “Ningún hombre se ha dado el ser a sí mismo ni ha adquirido por sí solo los conocimientos elementales para la vida". 

Es, pues, vital que la sociedad vuelva la vista, baje de inconciencias y concepciones pasajeras y se aferre a lo perdurable y valioso. Los valores perennes de sostén y fundamento se encuentran en la familia. El joven ha de abrazarse a ella, como único asidero firme en medio del oleaje, a veces tormentoso, que va a tener que sortear en su singladura. Allí, aprende a manejar el gobernalle, a anudar el cordaje y a navegar entre los peligros de los arrecifes de la vida. La serenidad y el cúmulo de experiencias y saberes que le proporciona, desde su nacimiento, el seno familiar será el arsenal que le facilite a seguir el camino en cada encrucijada. Esa necesaria luz para el discernimiento la hallará siempre en las orientaciones y consejos recibidos de sus abuelos. Serán siempre rectos, nunca dudosos, siempre auténticos y fiables. 
 
 Fuente:

 autorescatolicos.org

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