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La familia golpeada 
Autor
 Juan Carlos Pisano

 

Algunas conclusiones del Encuentro Nacional de Pastoral Familiar 

El fin de semana pasado, se realizó, en la localidad de Huerta Grande (provincia de Córdoba, Argentina), el Encuentro Nacional de Pastoral Familiar con la asistencia de unos 300 delegados de todo el país.

La Comisión de Pastoral Familiar actualmente está presidida por el arzobispo de Córdoba, Carlos Ñáñez. Durante los cuatro días de deliberaciones en Huerta Grande, los obispos, sacerdotes y matrimonios analizaron el trabajo pastoral que vienen desarrollando en las diversas diócesis del país, "a la luz de una realidad nacional y mundial cada día más difícil para los que queremos vivir el matrimonio y la familia como una expresión libre del varón y la mujer que se unen para siempre en donación mutua, y la procreación y educación de los hijos", según señala el documento final dado a conocer en esta semana.

Ciertamente que es una situación difícil para quienes queremos vivir cristianamente en una sociedad confundida y con los valores trastocados. Somos muchos los que reconocemos que, para vivir el mensaje del evangelio, es muy importante contar con un mínimo de garantías para la dignidad de la persona. Sin embargo, suele suceder que no todos coincidimos en cuáles han de ser esas garantías.

Estos encuentros permiten conocer la opinión de quienes están trabajando en determinada área, y este caso no fue la excepción. Por ejemplo, el documento final contiene un reclamo a las autoridades, a fin de que "ayuden a tantas familias a contar con lo indispensable para una vida digna y a salir de la pobreza, en lugar de crear planes de salud que no responden a nuestro modelo de vida".

Ésta es una afirmación que, por lo menos en el primer término, es compartida por sectores de los más diversos, incluso no creyentes; en cambio, el segundo aspecto ("en lugar de") genera la polémica; ya que hay quienes opinan que no necesariamente a una premisa le sigue la siguiente. Se puede ayudar a salir de la pobreza y tener una vida digna por caminos de justicia, de trabajo y de igualdad de oportunidades que no dependen de llevar o no a cabo planes de salud ajenos "a nuestro modelo de vida".

Los planes de salud mencionados ocupan una parte del presupuesto, pero no son ellos los que sumen, en la pobreza, a la sociedad de hoy, sino las políticas perversas que golpean al hombre con la desocupación, el subempleo y el hambre.

El documento también expresa que "estamos convencidos de que ha llegado la hora de unirnos en la promoción de los valores en relación con la familia: proteger la vida, sin límites ni condicionamientos, promover la creación de centros de acogida, y difundir la cultura de la fidelidad dentro del matrimonio". Marca, así, la necesidad de unión para encarar esta tarea; claro, porque nadie discute que los valores se han defendido y promovido. No obstante, al hacerlo en la diversidad y con matices diferentes, pareciera que no ha tenido la contundencia a la que se aspira.

En otra parte del texto se dedica un párrafo a los medios de comunicación, al señalar que ven, "una vez más con dolor, que, como reflejo y creadores de cultura (los medios de comunicación), muchas veces, contradicen los valores familiares promoviendo estilos de vida que no responden al paradigma de la familia argentina". 

Es una constatación indiscutible que, al mismo tiempo, debiera hacernos reflexionar en torno a quienes son los que le "dan oxígeno" a los medios. ¿Quiénes permiten que los planteos, propuestas y programas televisivos contradigan los valores de la familia? El público que adquiere el diario o la revista; el público que sintoniza determinada emisora radial; el público que consume esos programas de televisión. 

Aunque aquéllos que manejan los medios de comunicación tengan aviesas intenciones y encaren toda su tarea desde la óptica comercial y pasatista, no cabe ninguna duda de que encuentran eco en la gente que "los compra". 

Nos falta una sana educación en el espíritu crítico y plena conciencia de que si evitamos el ingreso de esos mensajes en nuestros hogares, dejamos de comprar los diarios y revistas, de sintonizar las emisoras o de encender los programas televisivos que son el vehículo de esos mensajes que criticamos, terminarán por ahogarse sin el apoyo del público y, por lo tanto, de los anunciantes.


La familia está siendo golpeada. Tenemos posibilidades de reaccionar. En primer lugar, tratando de averiguar de dónde provienen los golpes (es inútil saber que me están pegando, si no sé quién me está pegando). Inmediatamente, intentando ver dónde nos golpean (y, así, darnos cuenta de cuáles son los golpes que más duelen). Por último, planeando una estrategia que nos sirva para defendernos; positiva y creativamente. Recordando, siempre, que no es bueno responder a la violencia con violencia.

 
 Fuente:

san-pablo.com.ar

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