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Todas las personas tienen derecho a elegir su
estado de vida. Establecer una familia es un derecho natural.
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La familia es elevada por Dios a la categoría de
sacramento, de prolongación y visibilización de su amor.
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La familia cristiana se fundamenta sobre el
matrimonio canónico entre un hombre y una mujer, imagen de la unión
de Cristo con su Iglesia.
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El matrimonio cristiano no puede ser contraído
sin libre y pleno consentimiento de los contrayentes.
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Los esposos tienen el derecho inalienable de
fundar una familia, comunidad de vida y de amor.
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La vida humana, cuyo santuario es el matrimonio y
la familia, debe ser respetada, protegida y potenciada absolutamente
desde el primer momento de la concepción y hasta su ocaso natural.
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Por el hecho de haber dado vida a sus hijos, los
padres tienen el derecho, primario e inalienable, educarlos.
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Por esta misma razón, los padres son asimismo los
primeros responsables de la educación religiosa de sus hijos.
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Las familias tienen el derecho de poder contar
con una política familiar por parte de las autoridades públicas que
garantice su desarrollo integral en lo jurídico, lo social, lo
económico, lo cultural y lo fiscal, sin discriminación alguna.
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Las familias, todas las
familias, tienen derecho a la educación, a la sanidad, al bienestar,
al esparcimiento, al descanso, a la vivienda digna y al trabajo.
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