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Dios, que es familia, quiere a la familia como
una de las realidades más fundamentales de la humanidad.
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La familia se constituye para los cristianos
sobre el matrimonio canónico, que es sacramento de Jesucristo e
imagen de su amor y unión con la Iglesia.
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El matrimonio cristiano, base de la familia, es
uno e indisoluble y sólo se debe contraer entre un hombre y una
mujer por amor y con libertad y consentimiento.
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El matrimonio y la familia cristianos deben estar
abiertos por su misma naturaleza a la vida desde el primer instante
de su concepción hasta su ocaso natural. La vida es siempre don y
rostro de Dios, el autor de la vida. Los hijos son el fruto, la
corona y la prenda de la familia.
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La familia debe buscar tanto el bien de los
cónyuges como el bien de los hijos, que suelen ser inseparables.
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La familia, asentada sobre la roca firme del amor
y de los valores cristianos, es el sagrario del encuentro, del
diálogo, de la comprensión, de la tolerancia, de la escucha, de la
comunión, del perdón, de la reconciliación y de la paz.
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La familia es la mejor escuela de las auténticas
virtudes y valores humanos, sociales y cristianos. El ejemplo y el
testimonio de vida son la mejor de las pedagogías para ello.
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La familia es el primer templo, el mejor
santuario, el mayor semillero vocacional.
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La familia, origen y destino del ser humano, así
querido por Dios, debe estar protegida, en todos los ámbitos, por la
sociedad y por sus autoridades.
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La familia es lo mejor que tenemos porque la
familia es amor y nada hay mejor que el amor.
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