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Misión Evangelizadora de la familia |
Autor |
P. Mariano Esteban Caro |
LA MISIÓN EVANGELIZADORA
DE LA IGLESIA Por su misma naturaleza la Iglesia es misionera.
"Como el Padre me envió, así también
os envío yo" (Jn 20, 21), dijo Jesús resucitado
a los Apóstoles en el Cenáculo. La misión de la Iglesia es
continuación de la de Cristo: llevar a todos el amor de Dios,
anunciándolo con palabras y, sobre todo, con el
testimonio del amor. El compromiso misionero y el anuncio del
Evangelio es el servicio primero y más valioso “que la Iglesia puede
prestar a la humanidad y a toda persona que busca las razones
profundas para vivir en plenitud su existencia” (Benedicto XVI,
Mensaje, 6-1-2011). También en nuestros días la comunidad cristiana
está enviada a todos los hombres, para darles a conocer el Evangelio
y anunciarles el camino de la salvación. Es vocación irrenunciable
del pueblo de Dios y un deber nacido del mandato de Cristo, así como
elemento constitutivo de la naturaleza de la Iglesia, misionera en
su conjunto y en cada uno de sus miembros.
A toda la Iglesia se le plantea el desafío de la
nueva evangelización, que se refiere de modo especial las Iglesias
de antigua fundación. En algunos territorios avanza el fenómeno de
la secularización; en otras regiones hay un claro distanciamiento de
la sociedad en su conjunto con relación a la fe. Hay zonas casi
completamente descristianizadas, que rechazan el mensaje cristiano.
Necesitan un primer anuncio del Evangelio. “Es cada vez mayor la
multitud de aquellos que, aun habiendo recibido el anuncio del
Evangelio, lo han olvidado y abandonado, y no se reconocen ya en la
Iglesia; y muchos ambientes, también en sociedades tradicionalmente
cristianas, son hoy refractarios a abrirse a la palabra de la fe”
(Benedicto XVI, Mensaje, 6-1-2011). LA FAMILIA,
EVANGELIZADA Y EVANGELIZADORA Su cometido evangelizador lo
vive la familia cuando acoge y anuncia la Palabra de Dios. También
la iglesia doméstica tiene necesidad de ser incesantemente
evangelizada y educada en la fe. Es objeto y sujeto de la
evangelización: a la familia llega el Evangelio y ella lo anuncia.
Es sujeto primario de evangelización en el doble sentido de ser
destinataria y, a la vez, vehículo de transmisión del Evangelio. La familia cristiana
evangelizada se hace comunidad evangelizadora, que transmite
e irradia el Evangelio. El bautismo es el fundamento de esta misión
evangelizadora de la familia cristiana, que, con la gracia del
sacramento del matrimonio, recibe una nueva fuerza para transmitir
la fe.
El ministerio de evangelización
de los padres cristianos es insustituible y asume las
características propias de la vida familiar: amor, sencillez,
concreción y testimonio diario. Los padres deben evangelizar y
educar permanentemente en la fe a sus hijos (niños, adolescentes y
jóvenes). Este ministerio proviene de la única
misión de la Iglesia y, por ser eclesial, ha de
estar en estrecha comunión con ella. La familia cristiana, iglesia
doméstica, es célula fundamental de la sociedad y de la Iglesia: en
ella se vive y se transmite la fe. Por ello, la familia tiene que
ocupar un lugar destacado en la evangelización. LA FAMILIA CRISTIANA HA
DE SER MISIONERA La iglesia doméstica será
evangelizadora, si verdaderamente es comunidad creyente. Tanto más
evangelizadora será la familia cuanto más madura sea la fe de sus
miembros. Esta tarea de la familia cristiana es una exigencia de su
participación en la misión profética de la Iglesia.
En realidad se da un verdadero
intercambio educativo y evangelizador entre padres e hijos, ya que
también los padres reciben el testimonio de sus propios hijos, como
es el de su sencilla aceptación del Reino de
Dios, puesta por Cristo como modelo. A su vez, los padres tienen una
misión trascendental con relación a sus hijos, ya que están
encargados de su educación no sólo humana, sino también cristiana.
Tan importante es esta tarea que la evangelización depende en gran
medida de la familia cristiana, iglesia doméstica. La misión evangelizadora de la
familia nace del bautismo y de la confirmación. Además, la gracia
del sacramento del matrimonio da su fuerza propia a la familia
cristiana para que sea un espacio donde el Evangelio se transmita y
se irradie permanentemente. En primer lugar, esta tarea la ejerce la
familia al presentar a sus hijos para el bautismo, ayudándolos,
desde la más tierna edad, a crecer en la fe
mediante el testimonio de su vida (Catecismo de la Iglesia Católica
2226). Desde la familia cristiana el
evangelio se puede irradiar a otras familias. Una actividad
misionera muy especial se da también en el mismo seno de la familia
cuando alguno de sus miembros ha perdido la fe o no la vive
consecuentemente. El testimonio, Evangelio vivido, será el mensaje
más convincente. Cuando los hijos se cierran al mensaje cristiano,
los padres tienen que confiar en la gracia del Espíritu Santo,
infundido en ellos con el sacramento del matrimonio, que los ayudará
y los guiará. La constancia, la serenidad, el respeto y, sobre todo,
el amor y la entrega a los hijos serán una
proclamación del Evangelio, silenciosa, pero muy eficaz. La familia
hará la mejor aportación a la misión de la
Iglesia, si en su seno surge la vocación
misionera de alguno de sus hijos. LA FAMILIA
HA DE TRANSMITIR EL EVANGELIO
La misión educativa de la
familia es un verdadero ministerio para transmitir e irradiar el
Evangelio. La familia cristiana, como iglesia doméstica, constituye
la escuela primera y fundamental para la educación en la fe. Los
padres reciben en el sacramento del matrimonio la gracia y la
responsabilidad de la educación cristiana de sus hijos. La misma vida familiar es
itinerario de fe, permanente iniciación cristiana y escuela de los
seguidores de Jesús. En el ejercicio de este ministerio, los padres
son los primeros anunciadores del Evangelio para sus hijos. También,
como iglesia doméstica, la familia en la educación de los hijos ha
de anunciar el Evangelio de la vida frente a la cultura de la
muerte. La misión evangelizadora de la
familia no tiene fronteras: los padres cristianos, como testigos de
Cristo, deben ser verdaderos misioneros del amor y de la vida. La
iglesia doméstica, incluso para los alejados, debe ser un signo de
la presencia y del amor de Cristo. Es muy importante la aportación
que una familia cristiana, bien formada y de vida
moral ejemplar, puede dar al anuncio del Evangelio. LA FE SE FORTALECE
DÁNDOLA El Catecismo de la Iglesia
Católica (168), expresa con las siguientes palabras el proceso
evangelizador recíproco que se da principalmente en el ámbito de la
familia: “El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a
otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a
otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran
cadena de los creyentes”. La comunidad familiar ha de acoger la
Palabra de Dios para poder anunciarla y transmitirla. Así la fe de
cada uno arraigará más profundamente en la vida, ya que “la fe se
fortalece dándola” (Juan Pablo II, RMs 2).
Es la familia un espacio
especialmente adecuado para transmitir la propia experiencia de fe
cristiana, contrastada todos los días y hecha ciertamente de persona
a persona. Este anuncio de la fe nace del amor, que es expresión de
comunión. No es la relación maestro-alumno la propia de la
familia, sino la del padre y
la madre con su hijo.
El intercambio educativo entre los padres y sus hijos es un momento fundamental de la comunión en el amor, que se vive en la familia. Y el más importante en el seno de la familia cristiana es el intercambio evangelizador, por el que se recibe la fe y se da testimonio de ella. La evangelización en el seno de la comunidad familiar, iglesia doméstica, no es individual, sino que se lleva a cabo según la modalidad comunitaria, propia de la familia. La educación de los hijos en la fe es totalmente necesaria y la forma fundamental de toda catequesis. |
Fuente: | autorescatolicos.org |
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